
Mi cachorro muerde mucho
Los cachorros, al igual que los niños, exploran el mundo con la boca. En esta etapa de su vida, la mordida es su forma de conocer el entorno, liberar energía,
Colocar un arnés o pechera a un perro puede parecer algo simple, pero para quienes conviven con un perro inquieto o temeroso, este momento puede convertirse en un desafío diario. La escena típica —perro que recula, muestra incomodidad, incluso gruñe o saca los dientes— suele generar frustración y ansiedad. Lo interesante es que este problema no siempre está relacionado con el arnés en sí, sino con nuestras posturas y la energía que transmitimos en ese momento. Aprender a manejarlo con paciencia y conciencia hace toda la diferencia, transformando una rutina estresante en un momento de conexión y confianza.
Muchos perros asocian el arnés o la pechera con el paseo, algo que generalmente les emociona. Sin embargo, no todos lo viven igual. Algunos, desde cachorros, o incluso de forma repentina en su adultez, comienzan a mostrar señales de incomodidad al ver el arnés. Una de las causas principales tiene que ver con la manera en que nos acercamos: avanzamos de frente, con una carga corporal invasiva, interrumpimos su espacio personal y tratamos de resolverlo rápido, pensando que cuanto antes termine, mejor.
Desde mi experiencia, he visto cómo este enfoque puede provocar que el perro reaccione huyendo, sacando los dientes o gruñendo. Esto no significa que no quiera salir a pasear: significa que le resulta estresante el momento de la colocación. Entender este punto es fundamental para abordar el problema con empatía.
Antes de trabajar en el comportamiento, es vital asegurarse de que el arnés o la pechera elegida sea cómoda y adecuada para el tamaño, peso y nivel de actividad del perro. Hay arneses de tipo chaleco, de tira en Y, de tira en H, de enganche delantero o trasero, cada uno pensado para diferentes necesidades.
El ajuste correcto es clave: un arnés demasiado apretado incomoda y uno demasiado suelto puede generar inseguridad y hasta accidentes. Revisa siempre que puedas pasar dos dedos entre el arnés y el cuerpo del perro. Si al caminar lo ves frenándose, rascándose o sacudiéndose constantemente, es posible que necesites probar otro modelo.
Aquí entra en juego uno de los consejos que más he aplicado y recomendado: la desensibilización progresiva. Se trata de cambiar la percepción que el perro tiene del arnés o pechera. Por ejemplo, durante varios días, deja el arnés en el suelo de casa, coloca alrededor algunas chuches irresistibles y desaparece de la escena. Observa desde lejos: cuando notes que se acerca y come las chuches, al día siguiente repite la acción, pero en un lugar distinto —el pasillo, el baño, el salón.
Esto ayuda a romper la relación negativa que ha creado: el arnés deja de ser “ese objeto que anuncia que invadiremos su espacio” y pasa a ser parte del entorno cotidiano. Con el tiempo, el perro comenzará a verlo de forma neutral o incluso positiva.
Otra clave esencial es cambiar la forma en que interactuamos al momento de colocar el arnés. En lugar de ir hacia el perro de frente y rápido, prueba sentarte al lado del arnés. Llama al perro para que sea él quien se acerque a ti. Si lo haces de rodillas, aún mejor: tu cuerpo estará a su altura, de forma menos invasiva. Cuando se acerque, colócale el arnés o pechera con calma, de lado, evitando mirarlo directamente a los ojos, ya que eso puede interpretarse como presión.
Desde mi experiencia, este cambio de actitud ha marcado un antes y un después. Lo peor que podemos hacer es apurarnos pensando “cuanto antes termine, antes pasará el mal rato”. Al contrario: la prisa solo aumenta la sensación de amenaza y puede reforzar el miedo.
Este procedimiento puede parecer largo, pero con práctica se vuelve natural y rápido.
Uno de los errores más comunes es asumir que todos los perros deberían tolerar el arnés desde el primer día. Otro es actuar con nerviosismo o impaciencia, lo que hace que el perro lo perciba como algo negativo. También es un error intentar “engañar” al perro a base de velocidad: esto solo refuerza su necesidad de escapar.
Aplicar las recomendaciones que mencioné antes —desensibilización, respetar tiempos, cambiar la carga corporal— ayuda a evitar estos errores. Incluso puedes practicar ponérselo en momentos no relacionados con el paseo: por ejemplo, ponle el arnés a media tarde, aunque no salgas, o al inicio del día, y retíralo por la noche. Así, el perro aprende que no siempre significa salir, reduciendo la anticipación y la ansiedad.
Para perros muy sensibles, recomiendo introducir juegos alrededor del arnés: lanzar chuches cerca, practicar comandos como “sentado” o “quieto” cerca del arnés para normalizar su presencia. También puedes usar un paño con tu olor para frotar el arnés, de forma que le resulte familiar.
Si el perro muestra signos de agresividad (gruñidos, amagos de mordida), lo mejor es consultar a un especialista en comportamiento. La paciencia es fundamental, pero a veces se necesita ayuda profesional para garantizar que todo avance con seguridad.
No basta con superar el momento de colocar el arnés: es igual de importante que el paseo sea una experiencia positiva. Deja que el perro huela, explore, decida el ritmo dentro de lo posible. Si asocia el arnés con momentos agradables, cada vez será más fácil ponérselo.
A lo largo de este proceso, he aprendido que es clave dejar de lado nuestras expectativas y enfocarnos en lo que el perro necesita: tiempo, comprensión y pequeñas victorias. Celebrar cada avance —aunque parezca mínimo— refuerza la confianza mutua.
Si el perro muestra signos de agresividad (gruñidos, amagos de mordida), lo mejor es consultar a un especialista en comportamiento. La paciencia es fundamental, pero a veces se necesita ayuda profesional para garantizar que todo avance con seguridad.
Poner un arnés o pechera a un perro no es solo un trámite antes del paseo: es una oportunidad diaria para reforzar la confianza y mejorar la relación. Desde la desensibilización progresiva, pasando por el cambio en nuestra actitud corporal, hasta la construcción de experiencias positivas durante y después del paseo, todo suma.
Al final, no se trata de “controlar” al perro, sino de construir un momento de colaboración y respeto. Con paciencia, práctica y cariño, incluso los perros más desconfiados pueden aprender a ver el arnés como el inicio de una aventura, no como una amenaza.
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