
Mi cachorro muerde mucho
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Muchas personas afirman que su perro «siente celos». Lo comentan al ver cómo reacciona cuando abrazan a su pareja, acarician a otro perro en el parque o simplemente saludan a alguien más. Pero ¿realmente los perros sienten celos como los humanos? Este artículo desglosa con claridad qué significa este comportamiento en términos caninos, por qué se da y, sobre todo, cómo abordarlo correctamente.
La ciencia del comportamiento canino es clara en un aspecto: los perros no experimentan celos como los humanos. No existe en ellos ese pensamiento abstracto que lleva a los humanos a elaborar escenarios mentales, sospechas o inseguridades infundadas.
Sin embargo, sí presentan comportamientos que, desde una perspectiva humana, parecen celos. Se trata más bien de conductas competitivas o de protección. Los perros no viven los celos como los humanos, pero sí pueden mostrar comportamientos competitivos o protectores en situaciones donde perciben una amenaza en su relación con su persona de referencia u otro animal cercano.
Dicho de otra forma, lo que muchas personas interpretan como celos en realidad responde a mecanismos de protección de recursos, dependencia emocional o aprendizajes previos que han quedado grabados en el comportamiento del perro.
Reconocer estas señales es el primer paso para poder intervenir correctamente. Estas son algunas manifestaciones habituales:
Es importante no trivializar estos comportamientos. Aunque algunos parezcan “graciosos”, como cuando el perro se mete entre una pareja que se abraza, son una expresión emocional que debe entenderse y, si es necesario, trabajarse.
La más habitual. El perro percibe que algo que considera valioso —la atención de su humano, un juguete, la comida, incluso un espacio— está siendo amenazado o entregado a otro. Por tanto, reacciona.
Una explicación directa: “los perros protegen lo que consideran recursos valiosos: comida, juguetes, zonas de descanso… y también la atención o el contacto de su figura de referencia”.
El grado de esta protección varía según el temperamento del perro, sus experiencias anteriores y su socialización.
El hiperapego es una relación excesiva de dependencia emocional. El perro no sabe gestionar estar separado de su persona, aunque sea emocionalmente, y entra en conflicto cuando observa que su fuente de seguridad y afecto dirige su atención hacia otro ser.
Este fenómeno puede provocar comportamientos disruptivos cuando se acaricia a otro perro o se comparte atención con alguien más. Como apunta la especialista: “si tenemos una relación poco saludable con nuestro perro a nivel emocional, y aparece un hiperapego, este puede desencadenar conductas similares a los celos”.
Recuerda: La clave está en los detalles y en planificar con tiempo para que ambos disfruten del trayecto. Con experiencia y práctica, los viajes por carretera se convertirán en una aventura inolvidable para ti y tu amigo de cuatro patas.
Una tercera vía, menos emocional y más conductual, es el simple aprendizaje por repetición. El perro, sin ser protector ni emocionalmente dependiente, ha aprendido que si se interpone o ladra cuando su humano acaricia a otro perro, recibe atención. Eso refuerza la conducta.
Ejemplo típico: la primera vez que el perro interrumpe un abrazo, la persona le acaricia también o se ríe diciendo “¡ay, está celoso!”. Resultado: el perro repite la acción, ya que ha sido reforzada.
En palabras textuales: el perro ve la luz cuando descubre que si interviene obtiene atención.
Este tipo de comportamiento aparece en escenarios muy habituales:
Estos escenarios pueden parecer inofensivos, pero si se repiten sin intervenir, pueden escalar en intensidad, generando conflictos entre perros o entre perro y humanos.
La clave del éxito está en identificar la causa que motiva el comportamiento. A partir de ahí, se puede intervenir con sentido.
En estos casos, es esencial trabajar desde la prevención y el autocontrol. Si el perro muestra agresividad cuando su humano presta atención a otro ser, se deben evitar esas situaciones sin supervisión y se debe comenzar un trabajo de reeducación planificada.
Recomendaciones:
Para tratar el hiperapego, es necesario trabajar sobre la confianza del perro en sí mismo. El objetivo es reducir su dependencia emocional e incrementar su autonomía.
Sugerencias:
Cuando la conducta es simplemente un hábito mal aprendido, la intervención es más sencilla. Se trata de sustituir una respuesta por otra, ofreciendo al perro una alternativa clara y coherente.
Pasos clave:
Un detalle vital: no se debe premiar si el perro mantiene la mirada fija en el estímulo. Solo se refuerza si hay relajación, mirada hacia la persona, o atención repartida.
Hay errores comunes que refuerzan el comportamiento en lugar de corregirlo:
“No se puede exigir a un perro que comparta todos sus recursos o que actúe en contra de su naturaleza. Hay que adaptarse mutuamente”.
La educación canina basada en el respeto mutuo y la comprensión del lenguaje perruno es la vía para lograr una convivencia armoniosa.
Consejos generales:
Además, es importante que el entorno humano comprenda que muchos de estos comportamientos son naturales para los perros, pero que deben ser gestionados para evitar conflictos.
Existen casos donde la intensidad del comportamiento es elevada: ataques directos, mordiscos, agresión a otros perros o personas. Aquí la intervención debe ser mucho más controlada y profesional.
En estos escenarios:
La reflexión es contundente: “si tienes un perro con historial de agresiones, tu objetivo no debe ser que se vuelva amable, sino que esté controlado. Y eso es perfectamente válido y alcanzable”. Una vez consigas eso, ya te puedes centrar en conseguir esa amabilidad.
Los comportamientos que muchas personas llaman “celos” son, en realidad, expresiones naturales que, bien gestionadas, pueden reconducirse.
No se trata de reprimir al perro, sino de ofrecerle alternativas, enseñarle una forma diferente de estar en el mundo y de comunicarse en situaciones que le generan inseguridad o conflicto.
Y sobre todo, se trata de entender su lenguaje y sus emociones sin imponer expectativas humanas, pero sin renunciar a una convivencia respetuosa para todos.
Porque un perro no es un peluche ni un niño. Es un ser con necesidades propias, con un sistema emocional particular, y merece ser tratado con conocimiento y sensibilidad.
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